En un mundo cada vez más dominado por la tecnología, un hombre llamado Sam Altman estaba decidido a hacer algo al respecto. Después de años trabajando en la industria tecnológica y convencido de que la inteligencia artificial podría ser la clave para resolver algunos de los problemas más apremiantes del mundo, Altman decidió unirse a un grupo de visionarios empresarios para crear OpenAI, una organización que, en sus inicios, pretendía ser sin fines de lucro dedicada a desarrollar inteligencia artificial segura y beneficiosa para la humanidad.